II. El vecino insomne del 3º B
Dibujo de Julian Camilo García Castro
Un día más, el escritor estaba dormido sobre el sofá con las gafas puestas. Sobre la mesa del centro, había un portátil con teclado inglés y una página en blanco. En el borde izquierdo, junto al viejo libro sobre los lugares que es necesario visitar antes de morir, una copa de vino tinto derramada reflejaba la luz alógena y mortecina de un flexo decorado a mano. Y a su derecha, casi en la esquina, un trozo de sandwich vegetal, un teléfono móvil, un cortauñas y una bolsa amarilla de tabaco de liar quedaban perfectamente alineados.
Afuera, llovía sin pausa pero nada parecía extraordinario.
Una luz oscurecida por la tarde y por el invierno comenzó entonces a filtrarse desde la minúscula ventana de la buhardilla hasta atravesar la sala decididamente en un solo trazo, sin más acompañamiento que la delgada proyección de su trayecto sesgado contra el lado izquierdo de la librería. El móvil sonó una vez más. El escritor alargó el brazo desde el sofá y, tanteó con sus dedos agarrotados la superficie de la mesa. "Mire, lo siento" -balbuceó- "Yo ya no puedo ayudarle. Ya se lo he dicho. La mujer estaba desnuda frente al espejo. Sonreía, se agitaba el pelo. Posaba. Posaba primero con gafas y después sin ellas. Después, mordisqueaba una manzana y dejaba sus labios "Atomic Pink" marcados en el espejo. ¿Qué más quiere que le diga?. No, no. Yo no estaba allí. La vi desde mi ventana". Exclamó mientras seguía indagando con las yemas de sus dedos por encima de la mesa. La copa giró entonces sobre sí misma reflejando un brillo inusual, resultante de los pequeños impactos de luz que quedaban solapados en su recorrido circular hasta que, finalmente, el cristal se quebró sin más contra el suelo de madera. Aquello le despertó de manera fulminante. Sonó el teléfono. "¿Si?"-exclamó al otro lado del auricular- "¿Muerta?. No, yo no vi nada. Simplemente les llamé por el piano. La música que salía de su ventanta. Sonaba desde las 12 y era un escándalo insoportable".